CARLOS GUIDO Y SPANO
(1827-1918)
(1827-1918)
Hijo ilustre del General Guido y de doña
Pilar Spano, distinguida dama chilena, se conjugaron felizmente en don Carlos Guido y
Spano el austero talento del padre y la gracia poética de la madre. La elevación
espiritual de ese ejemplar arraigó en el hijo tanto más hondamente cuanto que éste
sentía verdadera devoción por sus padres.
Había nacido en Buenos Aires el 19 de enero
de 1827 y aquí mismo transcurrió su infancia y cursó los primeros estudios, hasta que
en 1840 su padre, que desempeñaba la embajada de Río de Janeiro, lo llevó a su lado
junto con el resto de la familia. Allí empezó a despertar en él, en plena adolescencia,
la afición a las letras, las artes y todo lo bello. Contaba 19 años cuando hace un
romántico y breve retorno a la patria. En 1848, enviado a París porque su hermano Daniel
se encontraba allí enfermo, tuvo la gran pena de conocer a su arribo, la noticia de la
muerte de éste. Luego del espectáculo de la revolución de aquel año, había de
distraer su dolor templando su espíritu liberal y afinado su exquisita cultura
políglota.
Vuelto a Río y mimado de aquella sociedad,
se mezcla a los círculos intelectuales en los que también es muy estimado. De nuevo
viaja a Europa visitando esta vez primero Inglaterra, por cuya democracia manifiesta gran
admiración, y después a Francia, en cuyas luchas participa quijotescamente. Y en 1852
regresa al país para ser testigo de la revolución de Septiembre. Se mantiene al margen
de los acontecimientos políticos, dedicándose por entero a la labor literaria hasta que
toma parte de la defensa de Buenos Aires como ayudante del general Pacheco en la
revolución de Lagos. Pero casi enseguida debe partir hacia Montevideo siguiendo a su
padre que había sido desterrado.
Ya restablecida la Paz, cuando el doctor
Derqui ocupa la presidencia, lo nombra subsecretario del departamento de Relaciones
Exteriores. Nuestro poeta renuncia al cargo en octubre de 1861 y nuevamente va a
refugiarse en Montevideo. Sobreviene para él una época de mezquina lucha por la vida que
pone a prueba su natural optimismo y despreocupación de las cosas materiales. Debe volver
incluso a Brasil, patria de sus primeros sueños juveniles, en misión comercial. Retorna
allí al grupo de sus viejas amistades, pero el artista de alma, un si es no es bohemia,
no está hecho para esta clase de empresas, y helo otra vez en patria, entre sus libros y
versos, en medio de penurias económicas con la sola compensación de los afectos
familiares. En poco tiempo pierde a sus padres. Asola la ciudad la fiebre amarilla de
1871, y con infinita abnegación y simpatía humana Guido y Spano se alista como primer
soldado en la cruzada defensiva. Pierde también a la esposa. Tantos dolores acumulados
parecen deprimirlo profundamente. Pero logra recomponerse y en 1872, siendo ministro de
Avellaneda, le confía la Secretaría del Departamento Nacional de Agricultura de reciente
creación. Desarrolla allí una proficua labor de dos años y ha de dejar el puesto para
correr a la defensa del gobierno en la abortada revolución del 74´.
Algún tiempo después pasa a la dirección
del Archivo General de la Provincia y desempeña también la vocalía del Consejo Nacional
de Educación. Al fin, acogido a los beneficios de la jubilación, se retira a la vida
privada. Pero se afirma cada día su fama literaria y crece su popularidad alimentada por
su natural hidalguía, generosidad y exquisitas dotes de conservador. Murió ya muy
anciano el 25 de julio de 1916, habiendo conservado hasta los últimos tiempos toda la
frescura y juventud de su espíritu, rodeado de jóvenes y viejos que lo visitan y
consultan como al más respetado patriarca de las letras. Grandes homenajes oficiales y
populares se rinden en su tumba.
Fue Guido y Spano un delicadísimo poeta que
amalgamó con sello muy personal, el sentido moderno de su poesía con un clásico
equilibrio en la expresión de los sentimientos más tiernos y la contemplación casi
pagana de la belleza. Se inicia como poeta publicando algunas composiciones en 1854, en la
"Revista el Paraná", más tarde publica Ecos Lejanos y en 1871 Hojas al viento.
Hay entre sus poemas verdaderas piezas de antología como Myrta en el baño y En los
guindos. Cantó con particular ternura los afectos del hogar en At Home, A mi hija María
del Pilar y muchas otras.
No es menos notable su prosa elegante y
limpia. A la par que deliciosas descripciones desenvuelve con admirable humor, mitad
sajón y mitad latino, sagaces reflexiones y juicios certeros. Su principal obra de
prosista está contenida en Ráfagas, publicado en 1879. Llama la atención muy
especialmente la carta autobiográfica
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